La mente contiene ideas, las cuales son copias más o menos exactas de los objetos que se aparecen a los sentidos [Principio de correspondencia] y cuya principal diferencia con ellos es la diferencia de fuerza y vivacidad.
Al decir que la fuerza y la vivacidad distinguen a las ideas de las impresiones estamos aceptando implícitamente que las ideas también se “sienten” ¿De qué manera se sienten? Pues bien, de manera similar a las impresiones de las que derivan: una impresión dolorosa transfiere parte de su sensación desagradable a su idea cuando pensamos en ella y una impresión placentera transfiere la sensación de placer a su idea, todo esto en menor grado desde luego [Principio de pasión concomitante 2.1.11.07 y 2.2.08.04]. Esta es la razón por la que toda idea se siente, pero analicemos ahora porqué unas ideas se sientes de forma diferente a otras.
Ideas de la memoria, de la imaginación y creencias.
Las ideas de la memoria son adquiridas por nuestra experiencia, de este modo las recordamos más o menos de la forma en que ocurrieron. Las ideas de la imaginación son las mismas que las de la memoria, con la única diferencia de que en la imaginación podemos separar las ideas [mediante el principio de diferencia] y volver a unir los elementos básicos del modo que nos plazca. Este esfuerzo de la imaginación hace que las ideas pierdan parte de su fuerza, en parte porque no existe impresión alguna que dé soporte a estas fantasías y en parte porque no tienen el respaldo de nuestro asentimiento.
Con respecto a la impresión que la respalde, pensemos por ejemplo en un hipopaquidermofelino. No hay impresión que recordemos que le dé soporte a esta idea, aunque podamos concebir las partes de un caballo sobrepuestas en un elefante-tigre. La idea la obtenemos por un trabajo de nuestra imaginación que concibe partes y las sobrepone entre sí, pero es concebida no sin esfuerzo. Quizá un artista podría dibujar la idea que esto le provoque y mostrárnosla con lo cual ya tendríamos una impresión a la mano que soportara nuestra idea, pero mientras llega el artista, nuestra idea sería tenue e inestable.
El segundo elemento es que la falta de experiencia sobre dicha idea, es decir, la falta de impresión, no permitiría que le diésemos asentimiento. La falta de fe en un objeto es algo respaldado en la misma experiencia. Una persona de veinte años tiene suficiente experiencia en este mundo para saber qué esperar y qué no, en cambio, un niño de cinco años aún no sabe qué esperar, podría creer en la existencia de entes tan variados como “el coco”, “los reyes magos” o “Dios”.
El asentimiento o creencia es la principal causa de diferencia en la forma de ideas. Y esto se debe a que la creencia influye en nuestras pasiones. Cuando pienso en el viaje que realicé a Mazunte, siento placer. Pero cuando creo que la próxima semana mis amigos irán a Mazunte, “hago” lo posible para ir con ellos. He aquí cómo la creencia influye en mi voluntad, mientras que una idea de la fantasía no tiene esa capacidad (mientras yo esté consciente de que es invención mía).
Esta creencia está basada en los juicios probables: mis amigos me comunicaron que tienen intensión de ir, que ya rentaron un autobús, yo asumo que ellos no tienen razones para mentirme, etc. En base al aumento de probabilidad mi creencia va aumentando, es decir, impresiones presentes relacionadas con una idea hacen que dicha idea vaya avivándose cada vez más y eso es lo que contribuye a sentirla de forma más intensa y por tanto diferente a la idea de nuestra imaginación (la idea de todo este relato hipotético).
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